“El amor de ha de poner más en las obras que en las palabras.” – San Ignacio de Loyola.
Esta historia sucedió en la localidad de Miyazaki, en Japón; los señores Kuroki se conocieron en la década de los 50 y desde el momento en que decidieron vivir juntos juraron ser felices y amarse por siempre. Años más tarde, la señora Kuroki tuvo complicaciones por su diabetes y terminó perdiendo la vista y hundiéndose en una terrible depresión. Su vida había cambiado por completo, más su compañero de vida no estaba dispuesto a quedarse con los brazos cruzados ante el sufrimiento de ella.
El señor Kuroki entonces comenzó a pensar de qué manera podía devolverle la sonrisa a su esposa. Fue así como durante casi dos años plantó en su jardín miles y miles de flores aromáticas llamadas Shibazakura. El perfume de estas plantas hizo que su mujer saliera a sentir el increíble aroma dejando de lado la depresión y la tristeza que la consumía.
Actualmente, el océano de flores rosas en que se convirtió el jardín de los Kuroki es visitado por más de 7.000 visitantes cada año. La mayor recompensa para el señor Kuroki es ver a su señora sonreír y platicar con los visitantes, y para ella no hay nada más hermoso que oler las flores que su esposo plantó con tanto amor para ella.
Y tú…
¿Qué gesto de amor realizas para dar alegría a quienes te rodean?
Pídeselo a Dios…
“Dios nuestro,
gracias porque nos amas,
ayúdanos a hacer sentir amados
a aquellos que viven tristes«.
Amén.