“La ira es como el fuego; no se puede apagar sino al primer chispazo. Después es demasiado tarde.” – Giovanni Papini.
Contaba un predicador que, cuando era joven, su carácter impulsivo lo hacía estallar en cólera a la menor provocación y terminaba por ofender a los demás. Luego de que sucedía, casi siempre se sentía avergonzado, buscaba justificar su actitud, ya que le costaba mucho trabajo pedir disculpas a quien había ofendido.
Un día su maestro, que lo vio dando justificaciones después de una explosión de ira con uno de sus compañeros de clase, lo llevó al salón, le entregó una hoja de papel lisa y le dijo: — ¡Arrúgalo! El muchacho, no sin cierta sorpresa, obedeció e hizo con el papel una bolita. —Ahora — volvió a decirle el maestro— déjalo como estaba antes. Por supuesto que no pudo dejarlo como estaba. Por más que trataba, el papel siempre permanecía lleno de pliegues y de arrugas.
Entonces el maestro remató diciendo: —El corazón de las personas es como ese papel. La huella que dejas con tu ofensa será tan difícil de borrar como esas arrugas y esos pliegues. Así aprendió a ser más comprensivo y más paciente, recordando, cuando está a punto de estallar, el ejemplo del papel arrugado.
Y tú…
¿Qué propones para ser más comprensivo y paciente?
Pídeselo a Dios…
“Dios nuestro,
danos la virtud de la paciencia,
para evitar ofender
a quienes nos rodean«.
Amén.