Atento a los demás

No es bueno actuar sin pensar; la prisa es madre del error.

Un día José iba en su nuevo automóvil, un gran jaguar a mucha velocidad, porque no quería llegar tarde a su trabajo, cuando de repente una piedra se estrelló en una de sus puertas, él frenó, dio reversa y llegó al lugar de donde había salido la piedra. Se bajó del carro y vió a un niño en la banqueta. Lo agarró, lo sacudió y le gritó muy enojado: ¿Qué has hecho? Esto te saldrá muy caro. ¿Por qué me aventaste la piedra? El niño llorando le contestó: “lo siento señor, pero no sabía que hacer, mi hermano se cayó de su silla de ruedas y está lastimado, y no lo puedo levantar yo solo”. ¡Nadie quería detenerse a ayudarme! José sintió un nudo en la garganta, fue a levantar al joven, y lo revisó. Vio que sus raspaduras eran menores, y que no estaba en peligro.


Mientras el pequeño de siete años empujaba a su hermano en la silla de ruedas a su destino, José nunca reparó la raspadura para que le recordará que no debía de ir por la vida tan de prisa, que alguien tendría que aventarle una piedra para ganar su atención.

Y tú…

¿Has recibido una piedra de auxilio últimamente?

Pídeselo a Dios…

“Dios nuestro,

que la prisa que vivimos diariamente

no afecte nuestra atención

a lo verdaderamente importante

de nuestra vida».

Amén.

CCCXX
Dirección de Pastoral

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