¿Confías en los procesos de crecimiento?
“En la profundidad del invierno, aprendí que en mi interior hay un verano invencible.” – Albert Camus
Érase una vez dos agricultores que, camino al mercado, se pararon en el puesto del viejo vendedor de semillas sorprendidos por unas que nunca habían visto antes. — Mercader, ¿qué semillas son estas? — preguntó uno de ellos. — Son semillas de bambú y son muy especiales —contestó el mercader. — ¿Y por qué son tan especiales? — indagó el otro. — Es difícil de explicar. Llévenlas y luego ya verán ustedes mismos. Además, sólo necesitan agua y abono — les respondió.
Los dos agricultores, curiosos e intrigados, decidieron llevarse un puñado cada uno. ¿Cuál sería el secreto que escondían? ¿En qué se convertirían? Una vez en sus tierras, los agricultores las plantaron y siguieron las indicaciones del mercader, pero pasaban los días, las semanas y los meses y, mientras las demás semillas ya habían crecido, las de bambú no germinaban, no pasaba nada.
Entonces, uno de los agricultores, muy enfadado, le dijo al otro: — Aquel viejo mercader nos engañó. ¡De estas semillas jamás saldrá nada! Y entonces, preso de la rabia, decidió dejar de cuidarlas. Aun así, y aunque tampoco daba saltos de alegría, su amigo decidió que seguiría regando y abonando las semillas como un último acto de fe porque, al estar dentro de su rutina, no le costaba mayores sacrificios.
Pasaron los meses. Y luego un año entero. Y dos y tres… Hasta siete — sí, siete — cuando entonces, sucedió la magia y, en sólo seis semanas, el bambú creció, creció y creció… hasta los 30 metros. ¿Cómo fue posible que tardó siete años en germinar y que en sólo seis semanas pudiera alcanzar ese gran tamaño? En realidad, las semillas necesitaron siete años y seis semanas. En los siete primeros años, el bambú tuvo que
generar un sistema de raíces complejo y necesario para luego poder crecer de una forma tan rápida. No estaba inactivo, estaba preparándose, fue así como, comprendió que los procesos de crecimiento necesitan tiempo, y no es posible apresurar las cosas, porque todo sucede en el momento en que se está listo para hacerlo.
Y tú…
¿Qué actitud recomiendas cuando no puedes apresurar los procesos? ¿Por qué?
Pídeselo a Dios…
Dios nuestro
aumenta nuestra fe,
para aprender a esperar
y confiar en tus tiempos.
Amén.