¿Te animas a conocer el pasado de los demás?
“En la juventud aprendemos, en la vejez entendemos.” – Marie von Ebner-Eschenbach
Sobre una mesita, al lado de su cama de una ancianita, recluida en un “asilo de ancianos”, se encontró esta carta; estaba dirigida a su enfermera:
¿Qué ves, cuando me curas? ¿A quién ves cuando me miras? ¿En qué piensas cuando me dejas? ¿Qué dices cuando hablas de mí?
La mayoría de las veces ves una vieja enfadarse, un poco “desubicada”, con la mirada perdida, que no está completamente lúcida, que babea cuando come y no responde cuando debería; y no deja de perder sus zapatos y huaraches, que dócil o no, te deja que la bañes y que le des comida, haciéndote un día pesado. ¡Esto es lo que ves!
Pero abre los ojos, porque esa no soy yo. Te diré quién soy. Soy la última de diez hijos con un padre y una madre y todos los hermanos nos amábamos. Soy una joven de 16 años, con alas en sus pies, soñadora que muy pronto encontró a su novio, y a los 20 ya estaba casada. Mi corazón salta de alegría cuando recuerdo los propósitos que hice aquel día. Soy una mujer de 30 años, mi hijo crece muy rápido, estamos muy unidos. Tengo 40 años, él se irá de un momento a otro. Tengo 50 años y a mi alrededor vuelven a jugar los niños. Luego, aparecen los días grises: mi marido muere. Veo el futuro temblando de miedo, puesto que mis hijos tratan de comprender su futuro. Y pienso en los años y en el amor que he conocido.
Ahora estoy vieja. Mi cuerpo me deja, la belleza y las fuerzas me abandonan. Y con la edad avanzada, allá donde un tiempo existió una mujer joven, ahora hay una mujer que, al recordar sus alegrías y dolores, siento que los vuelvo a vivir y a amar. Vuelvo a pensar en los años tan breves y que han pasado tan pronto, y acepto la implacable realidad de que “nada puede durar”.
Abre ahora tus ojos, tú que me curas, y ve, no a la vieja necia… ve mejor y me verás a mi” ¡Cuántos rostros!, ¡Cuántos ojos!, ¡cuántas manos estrechamos cada día! y ¿Qué miramos? ¿Las arrugas, las amarguras, las dudas, su dureza?
Y tú…
¿Qué observas cuando tienes un encuentro con una persona mayor?
Pídeselo a Dios…
Dios nuestro,
que al encontrarnos con la vejez
no seamos indiferentes.
Amén.