El pescador ¿Has ayudado a una diosa?

“La mejor manera de hacerse recordar es mostrando un corazón generoso”.

Vivía en la isla griega de Lesbos, un muchacho llamado Faón, que se ganaba la vida transportando viajeros y mercancías en su barca.

Estaba un día Faón junto al embarcadero de la isla, cansado de las faenas de la jornada, cuando una pobre mendiga, harapienta y con muestras de no poder pagarle el viaje, le pidió que la condujese hacia Asia Menor.

– Sube, mujer. Te llevaré de buen grado.

A Faón le había conmovido su aspecto y, olvidándose de su cansancio, hizo navegar su barca con una ligereza asombrosa. De este modo, poco después llegaban a la costa de Asia.  Una vez allí Faón sacó de su bolsillo la mayor moneda que tenía y la entregó a la mendiga para que pudiera continuar el viaje.

– Gracias, muchacho. Y para que veas mi agradecimiento, toma este obsequio.

Se trataba de un vaso del perfume más extraordinario que jamás había llegado a oler. Y con aquel perfume misterioso en las manos, Faón quedó conmovido y atrapado por una fuerza que parecía embriagarle el corazón. Y tras esto, el humilde pescador comprendió que había llevado en su barca a la mismísima Venus, la diosa del amor.

Y tú…

¿Cuándo fue la última que te sentiste inundado de amor al ayudar a tu prójimo?

Pídeselo a Dios…

“Dios nuestro, que a pesar del cansancio seamos capaces de ayudar siempre con amor”. Amén.

CCXLIV//Dirección de Pastoral

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