“Dale a alguien todo tu amor y no esperes que te amen, solo espera que el amor crezca en la otra persona”.
Un niño estaba descalzo, frente a una tienda de zapatos temblando de frio. Una señora se acercó y le dijo: “Mi pequeño amigo, ¿qué estás mirando con tanto interés en esa ventana?”.
Él le respondió: “Le estoy pidiendo a Dios que me dé un par de zapatos”. La señora lo tomó de la mano y lo llevó adentro de la tienda y pidió a un empleado media docena de pares de medias para el niño y un par de zapatos. Preguntó si podría prestarle una tina con agua y una toalla y llevó al niño a la parte trasera de la tienda.
Con cariño empezó a lavar los pies del niño y se los secó, luego colocó las medias y los zapatos. Ella acarició al niño en la cabeza, el niño muy feliz, la alcanzó y la tomó de la mano, mirándola con lágrimas en los ojos le preguntó: “¿Es usted la esposa de Dios?”.
La señora le respondió: “No, solamente soy una mujer agradecida con lo que Él me ha dado”.
Y tú…
¿En qué situaciones has sido apoyado por una mujer?
(se invita a pensar en el rostro de esa mujer)
Pídeselo a Dios…
“Dios nuestro,
que la ternura de las mujeres
que nos han ayudado
siga contagiando
a más personas para
formar un mundo mejor”.
Amén.